La Sangre
de Cristo
Señor Hernández
Señora Hernández
Su pequeño hijo de 7 años
Algunos médicos
Varias personas
Voces en off (como mínimo tres diferentes)
para interpretar a los periodistas en los medios
Se desarrolla en tres locaciones:
- Comedor de la familia (incluyendo la vereda de la casa)
- Iglesia
- Hospital
·
Efectos
La música es necesaria para ambientar la
última escena. Debe crear el clímax correcto de drama. Se pueden agregar
sonidos de multitudes o de autos en la vereda y en el hospital e incluso
efectos para la radio y la TV.
La iluminación debe ser fija y permitir
oscurecer el escenario hacia el final.
Escena
I
En la noche del viernes el señor Hernández
regresa del trabajo con un amigo, quien le hace un interesante comentario:
-
Te enteraste de esa
extraña gripe en la India que les causó la muerte a algunas personas
-
No es gripe, pero tres o
cuatro personas murieron en muy pocos días.
-
Raro, no??
-
Sí, realmente
inexplicable. Bueno te espero el domingo en la iglesia. No me falles
-
Trataré de ir.
Se despiden
Escena
II
Al día siguiente, en el desayuno, reunido con su familia, su
esposa trae el periódico y comenta un artículo en primera plana:
-
30.000 personas
afectadas, en colonias remotas de la India, por un nuevo tipo de influenza mortal.
Mientras tanto su pequeño hijo
de 7 años enciende la TV que informa
sobre el tema:
-
Especialistas en Control de
Enfermedades de Estados Unidos va para la India para investigar los hechos,
porque es una enfermedad muy extraña y misteriosa. Los datos indican que ya
esta no solo en India, sino en Pakistán, Afganistán, e Irán.
El matrimonio se mira con rostros de
asombro y confusión.
El periodista en TV comunica:
-
El presidente de la nación
declaró que él y todos están rezando y esperando que todo vaya bien por allá.
Acto seguido cada uno se dirige a sus
respectivas tareas cotidianas. Sin embargo la TV continúa encendida y realiza
el siguiente informe:
-
El presidente francés anunció
además, el cierre de todas sus fronteras, comunicando que no habrá más vuelos a
Francia de India, Pakistán o cualquier otro país donde se haya reportado la
enfermedad.
Escena III
En la noche la familia vuelve a
congregarse alrededor de la TV y escucha la traducción de una mujer llorando en
Francia diciendo:
-
¡Hay un hombre, en un hospital
en París, muriendo de la influenza misteriosa!
El esposo dice:
-
Ha llegado a Europa
Esposa:
-
¡Que está pasando Dios mío!
Un médico en TV dice:
-
Cuando llegas a estar afectado por esta enfermedad, se te
mete al cuerpo por una semana sin darte cuenta, para que después tengas cuatro
días de síntomas horribles, para morir inevitablemente.
Periodista:
-
Inglaterra ha cerrado
sus fronteras, pero es demasiado tarde. Ya se han presentado casos en South Hampton, Liverpool, North Hampton. El presidente de
Argentina dijo que por el riesgo a la
seguridad nacional, “todos los vuelos de Europa y Asia han sido cancelados. Si
tienen seres queridos en el extranjero, lo sentimos mucho. No pueden regresar
hasta que se encuentre una cura para la enfermedad” – Declaró
La esposa le comenta que en la iglesia se
está llevando a cabo una cadena de oración por una cura y entonces salen
rápidamente hacia allá. En la calle se encuentran con gente en pánico,
vendiendo máscaras para respirar, diciendo que llegará al país.
En la iglesia, a los pocos minutos de
llegar, y cuando se disponen a tomar un lugar, alguien entra corriendo
gritando:
-
¡¡Dos mujeres están en
un hospital de Argentina muriendo de la gripe misteriosa!!
Todos se observan con rostros de temor.
Cada uno recoge sus cosas y se va a su hogar.
Cuando la familia llega a su casa, oyen en
la TV la noticia esperada:
-
¡Se ha descifrado el código de DNA del virus! Se puede hacer
un antídoto, gracias a Dios. Sin embargo, se va a requerir la sangre de alguien
que no haya sido infectado. A todos se le piden una sola cosa: "Que vayan
al hospital central de la ciudad para que les hagan un examen de sangre”. Eso
es todo lo que pedimos.
Escena IV
Todos están ahí esperando fuera
del hospital con sus familiares, amigos y vecinos, preguntándose lo que esta
pasando, y si esto es el fin del mundo. De repente, un doctor sale del hospital
gritando un nombre que ha leído de su libreta.
-
¿¿¿ Que
Dice??? - Pregunta el señor Hernández, y el médico vuelve a gritar el mismo
nombre:
-
¡¡Pablo
Hernández!!
Su pequeño hijo le sujeta la
chaqueta y dice:
-
Papá, ¡ese es mi nombre!
Antes de que pueda reaccionar,
han agarrado a su hijo.
El padre grita:
-
¡¡ Oigan,
esperen!!
Los médicos contestan:
-
Todo está
bien, su sangre está limpia. Su sangre es pura. Queremos asegurarnos que no
tenga la enfermedad. Creemos que él tiene el tipo de sangre correcta.
Unos segundos después, salen
los doctores y enfermeras, llorando, abrazándose, y hasta algunos sonriendo. Un
doctor de edad avanzada se acerca a la familia y les dice:
-
¡Gracias,
Señor, la sangre de su hijo es perfecta! Está limpia, pura. Ya podemos hacer un
antídoto contra la gripe misteriosa.
El rumor empieza a correr por
el todos lados, y todos están gritando, orando, riéndose de felicidad, y
llorando, diciendo ¡Gracias Dios mío!
Pero en eso el doctor se acerca
nuevamente a ellos y les dice:
-
¿ Podemos
platicar en privado un momento con ustedes?. No sabíamos que el donante sería
un niño y necesitamos que firmen este formato para darnos el permiso de
utilizar su sangre."
El padre empieza a firmar el
permiso cuando se da cuenta que no han llenado la cantidad de sangre que
necesitan tomar. Mira al doctor y pregunta:
-
Pues,
¿Cuán... cuán... cuánta sangre se necesita?
En ese instante la sonrisa del
doctor desaparece y contesta:
-
No
pensábamos que iba a ser un niño. No estábamos preparados. ¡Necesitamos toda su
sangre!
No lo puede creer y trata de
contestar:
-
¡Pero...
pero...!
El doctor sigue insistiendo:
-
Usted no
entiende. ¡Estamos hablando de la salvación del mundo entero! Por favor firme.
¡ La necesitamos... toda!
Pregunta:
-
Pero, ¿ por
qué no le pueden dar una transfusión de sangre?
-
Si
tuviéramos sangre limpia podríamos hacerlo, sin embargo...., ¿ firmará? Por
favor, firme.
En silencio firma el papel.
Enseguida el doctor les pregunta:
-
¿Desean su
esposa y Ud. estar un momento con su hijo antes de que empecemos?
-
¡Claro que
sí!
Los médicos traen a su hijo
gritando:
-
Papá! Mamá!
¿Dónde están? ¿ Qué está pasando? Qué me van a hacer?
El padre le toma la mano y le
dice:
-
Hijo, tu
mamá y yo te amamos, y nunca dejaríamos que te pasara algo que no tenía que
ser. ¿Comprendes eso?
En ese momento el doctor
regresa y les dice:
-
Lo siento.
Necesitamos empezar. Gente en todo el mundo está muriendo. ¡Nos urge empezar
cuanto antes! ¿Se pueden retirar........... por favor?
Con mucho dolor le da la espalda a su hijo y
lo deja ahí mientras él llorando les suplica:
-
Papá, Mamá!
¿Por qué me han dejado.............? ¡No me dejen, por favor!.
Escena V
Todo el escenario se oscurece y
se oye la voz de un locutor en radio que dice:
-
Hoy se lleva
a cabo una ceremonia para honrar al niño que salvó al mundo entero.
Se encienden algunas luces y
gente pasa como caminando por una calle comentando:
-
Yo prefiero
ir de paseo
-
Yo tengo que
ver un partido de fútbol
Otros, quejándose, van de mala
gana y con caras de fastidio
En ese momento entra el padre y
con lágrimas en sus ojos y mirando fijamente a la audiencia exclama:
-
¡¡ MI HIJO MURIÓ POR USTEDES!! ¿¿NO LES IMPORTA??
Mirando
al cielo:
- Tal vez esto es lo que
quisiste decir, "MI HIJO MURIÓ. ¿¿QUÉ NO SABEN CUANTO LOS AMO??"
Porque de tal manera nos amaste que enviaste a tu Hijo unigénito para que toda
aquel que en él crea no se pierda más tenga vida eterna.
Padre Nuestro, viéndolo desde tu punto de vista nos rompe el corazón.
¡Tal vez ahora podemos empezar a comprender que tan grande es tu
amor por nosotros!
*** Fin ***
24 horas
Fabiola: (Está sentada, viendo una novela o película
muy triste. Esta sollozando) Snif, Snif!!!
Que chavalo mas rata, ¿cómo le fue a hacer eso a ella? Uy infeliz, desgraciado.
(Le grita al televisor) Infeliz,
puerco, desgraciado. Uy, oh jalá se muriera… Sí, sí, muérase… Es que ella es
tan buena, y ese chavalo es una rata completa con ella.
Tiempo: (Entra por la derecha)
Las luces se
apagan y solo queda prendido un reflector a nivel de piso que da directamente
sobre el sillón.
Tiempo: (Se sienta a la par de Fabiola. Toma una de las revistas que están en el
suelo, sin que ella se dé cuenta)
Fabiola: (Se sienta a llorar) Uy! Cómo lo odio… Lo odio… que ser mas desgraciado.
Es malo, muy malo (llora y le grita a la
tele) Te odio Eduardo Miguel, te odio, uy infeliz, morite, Mariangel no se
merece eso!!! (y llorar
desconsoladamente)
Tiempo: No
deberías ponerte así, es una simple novela, nada de eso es real. Te ves
bastante ridícula en eso. Deberías aprovechar mejor tu tiempo.
Fabiola: (Llorando
con mucha rabia) Que le importa!!! Es mi vida, soy yo!!! ¿Y qué
si es una novela? (Se pone a llorar de
nuevo) Mariangel es tan buena, pobrecita (Llora de nuevo, después de unos segundos deja de llorar. Se asusta. Se queda petrificada. Respira agitadamente.
Lentamente vuelve su mirada hacia Tiempo.
Cuando ve a tiempo se asusta y toma
uno de los almohadones, según ella, para defenderse. Se pone de pie y se aleja un par de pasos del
sillón) ¿Quién eres? ¿Qué haces
aquí? ¿Quién lo dejó entrar? ¿Por dónde entró? ¿Cómo entró?
¿Cómo se llama usted? ¿De dónde
viene? ¿Quién es? A ver, hable.
Tiempo: (Sin moverse del sillón y sin mirar a Fabiola)
Si dejás de hacer tantas preguntas, tal vez te
podría contestar. ¿No te parece?. (La vuelve a ver)
Fabiola: (Agarrada fuertemente del almohadón. Busca
algo más duro para pegarle a Tiempo) Entonces, responda.
Tiempo: (Saca su reloj de bolsillo, lo mira) Veamos (Y lo
vuelve a guardar) Soy el tiempo, bueno, más específicamente… TU TIEMPO. Vengo a hablar con vos... Nadie me dejó entrar, yo entré solo... A tu cuarto, entré por esa puerta (Señala hacia su derecha) A tu casa, no
lo sé, simplemente moví el llavín y entré a tu habitación.
Fabiola: (Intenta preguntarle cómo hizo)
Tiempo: No me
lo preguntes porque no te pienso responder.
Es un secreto. Ya te dije que me
llamo Tiempo. Vengo del pasado, estoy en
el presente y me dirijo hacia el futuro.
Ah, y una vez más, soy Tiempo… TU TIEMPO!!!
Fabiola: (Sin soltar el cojín) ¿Y qué tiene que hablar conmigo?
Tiempo: (Se
pone de pie. hojea algunas revistas) Como te dije, soy TU
TIEMPO, y me han enviado
porque no me estás usando de la forma
correcta. En otras palabras, estás
tirando tu tiempo por la ventana.
Fabiola: (Asomándose a una ventana imaginaria) Yo no he tirado nada por la ventana.
Tiempo: (De nuevo saca su reloj. Respira profundamente)
Veamos (Y lo
guarda de nuevo) Naciste en 1990,
hasta el día de hoy lo único que has hecho es… ver tele… ver tele… ver
tele... yyyyyyyyyyyyy… ver tele.
Fabiola: (Un poco más animada) Pero me gusta ver tele. La tele es todo para mí.
Soy la que más sabe de los programas de tele en el cole. No me pierdo las
novelas, le gano a todos en ver tele.
Tiempo: ¿Y?
Fabiola: ¿Cómo?
¿Y?
Tiempo: Sí. ¿Y?
¿Eso de que te ha servido? ¿Acaso has logrado algo más que eso en esta
vida? ¿Eso de qué sirve? ¿Tus amigos? ¿Tu familia? ¿Tu alma y
espíritu? ¿Qué has hecho con ellos?
Fabiola: No
tengo amigos. A mis papás poco les
importa si existo. (Se acerca al tele y lo abraza) Mi alma y espíritu es esto. Este es mi amigo, porque nunca me reclama, no
se enoja conmigo, aun cuando lo trate mal y lo ofenda. Me ha acompañado desde niña y hasta el día de
hoy no me ha abandonado.
Tiempo: ¿Amor?
Fabiola: ¿A...
qué?
Tiempo: Amor. ¿Esa caja inerte y sin vida, repleta de
imágenes vanas, que necesita de vos para tener vida, para que lo encendás… Eso…
eso… ¿te puede dar amor? Vos podés
amarlo, pero eso no te puede devolver ese amor.
Fabiola: Eso no
me importa.
Tiempo: (En un todo más fuerte, con autoridad) Bueno es suficiente, ya no pienso perder más
minutos y segundos con vos. Es más
fructífero hablarle a una estatua. Así que me limitaré a darte el mensaje que
mi jefe te ha enviado.
Fabiola: (Emocionada) ¿Un mensaje? ¿Para mí? ¡Qué
emoción!
Tiempo: Espero
que al final sigas igual de emocionada.
Después de lo que te voy a decir.
(Vuelve a sacar el reloj) Veamos
(Y lo guarda de nuevo) Ya que has
perdido mucho tiempo, y no lo has aprovechado, se te darán solo 24 horas de
vida. Si al cabo de las mismas tu
actitud no ha cambiado. Yo vendré por
vos para llevarte.
Fabiola: Es una
broma ¿Verdad? (Buscando) ¿Dónde
están las cámaras? (Gritando) Salgan ya. No
lograron asustarme.
Tiempo: (Hablando con autoridad. Ya un poco impaciente
también) No es una broma.
Te estoy hablando en serio. Si en
24 horas no has aprovechado tu tiempo...
Fabiola: (Un poco seria al ver la actitud de Tiempo) ¡¡¡Uy pero que carácter!!!
Tiempo: Bueno, ese es el mensaje, y punto. ¡Y es en serio,
muy en serio, solo te quedan 24 horas de vida!!
Fabiola: (Un
poco asustada por lo que le dice Tiempo) ¿Es en serio? Pero… pero… ¿24 horas?
Es muy poco tiempo. ¿No hay una
segunda oportunidad?
Tiempo: (Negándolo con la cabeza) Tus segundas oportunidades están acabadas. Las desperdiciaste todas.
Fabiola: Pero es
que soy muy joven todavía, no he disfrutado de la vida. No he vivido… Deme más
tiempo.
Tiempo: (En tono irónico) Ja, ¿que te de más tiempo? Si tiempo es lo que te ha sobrado niña!!! (Toma la Biblia que está cerca de las
revistas) Eso no es mi culpa. Me tuviste
para sacarme mejor provecho, pero me ignoraste, jugaste conmigo y no me diste
la importancia que merezco. Me usaste
para ver televisión, salir con tus amiguitas, comer, dormir, pasear y ya. No buscaste nada bueno para hacer conmigo. Y
mi Jefe se cansó de eso. Consideró que
no me estabas usando de acuerdo con el manual (Le muestra la Biblia) Y por eso mejor decidió darme de alta.
Fabiola: (Señalando la Biblia) Sí, conozco ese libro, pero nunca tuve tiempo para
leerlo.
Tiempo: (Con
una sonrisa de ironía) Ya te lo dije, tenés 24 horas, si al cabo de las
mismas no has hecho nada productivo, vendré por vos. (Camina
hacia la izquierda. Antes de salir) Por cierto, escucharás unas campanadas en
cuatro ocasiones distintas, en la
última vendré por vos. Por lo menos una hora debés aprovechar bien
para que te salvés. De lo contrario, ya
te lo dije. (Y sale)
Fabiola: (Confiada) ¿Una hora? Cualquier cochinada...
Eso quiere decir que tengo 23 horas para divertirme.
Se escucha el
repiqueo de unas campanas.
Fabiola: (Se asusta) ¿Ya? ¿Tan rápido la primera?
Distracción: (Entra por la derecha, saltando y
haciendo piruetas, sus gestos son exagerados.
Se acerca al televisor. Toma el control remoto y se lo acerca a Fabiola)
Sí, pero todavía faltan 24 horas, mejor terminemos
de ver la novela.
Fabiola: ¿Saben
qué? Todavía faltan 24 horas, nada de
malo tiene termine de ver la novela. No va a durar todo el día. (Se sienta, toma uno de los controles y
sigue jugando)
Distracción: (Caminando alrededor de la habitación,
siempre con gesto exagerados. Como jugando) Oye y después podría ir al video.
Alquilo unas películas y que gaste unas seis horas más no hay nada de
malo.
Fabiola: (Se acomoda en el sillón) Ay no, ya me estoy aburriendo de ver tanta tele. No
hay nada interesante que ver. Mejor después de la novela voy a ver qué
películas nuevas llegaron.
Distracción: (Sonríe mientras mira a Fabiola
desperdiciar su tiempo)
Se apagan las
luces. Pasan 10 segundos y se encienden
de nuevo.
Fabiola: (Sigue viendo televisión).
Distracción: (Comiendo unas palomitas. Siempre con
gestos y movimientos exagerados) Que
buena esa película!!! Uy no que rajada!!! Comparada con las otras tres, ésta
está buenísima. Uy no, uy no, esa man esta volado!!! Que rajado, al chile, esta
solo ese man!!! Esta solo, y la tipa esa también, si no, buenísimo, buenísimo!!
Se escucha el
repiqueo de campanas.
Fabiola: (Se asusta) ¿La segunda? ¿Tan rápido? Si solo han pasado... (Se fija en el reloj, aun más asustado) ¿Ocho horas? Santo, ¿Pero… por qué tanto? (Se agarra el cabello, y camina desesperada
por toda la habitación)
Distracción: (Haciendo cuentas con los dedos) A ver. dos
horas de solo novelas, cinco y media viendo películas… por cierto la última
estaba muy buena, muy buena… y media hora en ir y venir del video… yo creo que
suman ocho… Sí ocho, mirá (Le enseña los
dedos a Fabiola)
Fabiola: Si
tenés razón, que madre, ocho horas (Hasta
ese momento se da cuenta de que ahí está Distracción) Suave, suave, suave…
suave un toque… ¿Quién eres?
Distracción: (Viendo hacia todos lados) ¿Es conmigo?
Fabiola: Noooo…
le hablo al televisor
Distracción: Ah bueno sí, es el tele.
Fabiola: Por
supuesto que es a usted. A quién más le
iba a hablar?
Distracción: Bueno, diay se dan caso de loquera y demencia senil.
Fabiola: (Agarra a Distracción del brazo) Ay ya está bueno, deje de jugar al chistosito… A
ver, dígame de una vez… ¿Quién es usted?
Distracción: (Le extiende la mano. Fabiola la deja
con la mano en el aire y entonces disimula con gesto) Soy Distracción.
Placer conocerte. Aunque llevamos
años viviendo juntos.
Fabiola: ¿Distracción?...
Distracción… Con razón se fueron tan rápido éstas ocho horas. (Se agarra la cabeza) Que tonta he
sido. ¿Cómo fui a perder tanto tiempo? (Muy enojada le habla a Distracción) Váyase.
Largo. Fuera. No te quiero más acá. Por su culpa ya perdí ocho horas.
Distracción: ¿Ocho horas? Uy no mi amiga, toda una vida.
Fabiola: (Enojada) Bueno, como sea, pero váyase ya. (Empujándola)
Distracción: (Cae exageradamente) ¡Uyyyy! Pero qué carácter. Así quien no se va (Sale por la derecha, haciendo que renquea)
Fabiola: (Muy preocupada) O puede ser posible ¿Ya perdí ocho horas?
Pereza: (Entra por entre el público. Trae una almohada y una cobija)
Fabiola: (Toma la Biblia y empieza a hojearla con
desesperación) Tengo que hacer algo para
aprovechar el tiempo que me queda.
Pereza: (Sube al escenario, y bosteza) Sí, pero ahora estoy muy cansado. Mejor duermo un rato y luego me levanto, con
dos o tres horas es más que suficiente (Pone la almohada en el sillón)
Fabiola: (Bostezando) Ay que sueño me agarró, fijo por ver tanta tele. (Tira la Biblia al suelo) Mmmm mejor descanso un rato y luego con
las fuerzas repuestas me levanto para cumplir con mi tarea (Coge la almohada y se acomoda en el sillón).
Se puede poner
música de cuna o para dormir niños.
Pereza: (Le coloca la cobija a Fabiola. Se acuesta, en el suelo y a la par del
sillón. Chasquea los dedos o da dos
palmadas).
Las luces se
apagan. Se encienden pasados 10
segundos. Se escucha el repiqueo de
campanas.
Fabiola: (Se despierta asustada) ¡Ay Dios!
Otra campanada. (Mira su reloj) ¿Dieciséis horas? Me
quedé dormida, no puede ser. Ya ha
pasado más la mitad del tiempo y no he hecho nada. (Molesta)
¡Rayos!.
Pereza: (Aun durmiendo) Me llevas el desayuno a la cama.
Los huevos bien revueltos. Y el
café con leche. El jugo lo quiero de
manzana, porque la naranja me produce acidez.
Fabiola: (Levanta a Pereza) Y ahora usted me va a decir quién es y que hace
acá.
Pereza: (Se despierta, muy asustada) ¿Qué pasa?
¡Un terremoto, un terremoto!
Fabiola: (Empuja a Pereza) Ningún terremoto. Soy yo, y quiero saber qué hace acá.
Pereza: (Que ha caído al suelo debido al empujón de
Fabiola. Se pone de pie) ¿Ay a
poco no me conoces? Soy Pereza, y he estado
a tu lado toda tu vida. Hemos pasado
inolvidables noches de sueño, con una que otra pesadilla, pero inolvidables al
fin. Hermosas tardes de siesta...
Perdón... Tardes de siestesota.
Fabiola: ¿Entonces
usted es...
Pereza: (Asiente con la cabeza) Ajá. Estás
en lo cierto. Yo soy el culpable de tu
pereza, sueño y a veces cansancio.
Fabiola: (Muy molesta) No puede ser, no puede ser. Dieciséis
horas perdidas y la mitad de ellas las pasé durmiendo.
Pereza: Bueno si
fueran solo dieciséis horas, yo no me preocuparía tanto.
Fabiola: (Enojada) Váyase. Ya. Rápido.
Salga de mi casa. (Chasqueando los dedos varias veces y de
forma rápida) Pero es ya.
Pereza: ¿Al
menos puedo quedarme en tu cuarto? Es
que tu cama está muy suavecita.
Fabiola: (Señalando hacia la izquierda) No.
Pereza: Yo nada
más decía. Por aquello de que después
quieras ir a tu cama para dormir otro ratito.
Fabiola: (Impaciente) Uno. Dos. Tres...
Pereza: (Recoge la cobija y la almohada) Ya entendí, ya entendí (Sale
por la izquierda).
Fabiola: (Muy molesto) Rayos (Se sienta en el sillón,
muy preocupada)
Hambre: (Entra por la derecha. Su acento es como el de un francés) Ou la la. Creo que es hora de comer. Parece que ya
tengo hambre. (Pensando) Voir,
voir. (Después de pensarlo un poco) Ou la la, ésta idea c'est magnifique.
Fabiola: (Se frota el estómago) Que hambre tengo.
Hambre: (Toma un directorio telefónico) Voila, éste lugar es perfecto. Le Pizza Express. Un poco largo, pero muy buena. Hummm, de chuparse los dedos.
Fabiola: (Se pone de pie) Voy a llamar a Pizza Express (Busca en el directorio. Luego marca en el teléfono y espera) Sí,
buenas. Mire es para solicitar un
servicio express...
Entran
Distracción (con un cuello ortopédico) y Pereza por la izquierda.
Fabiola: Sí,
exacto, soy yo... Al mismo lugar de
siempre... La misma, sí... Muy bien.
Distracción: No, la
misma no. Mejor una napolitana.
Pereza: Pero si
la de jamóngos es buena. Yo siempre
quedo lleno.
Hambre: Sí,
sí. Que varíe el menú. Mejor una napolitana.
Fabiola: (Cambia de parecer) No, mejor mándeme una napolitana... Sí, es que
quiero variar un poco... Bueno... ¿Me dan otra gratis?... Yo no me enojo.
Distracción: Nosotros tampoco
Los tres
celebran la oferta de pizza.
Fabiola: ¿Cuánto
se tardarán en traerla?... ¿Una hora?... Sí, sí, tiene razón. Entiendo...
Sí, siempre ha sido así... Bueno, gracias... Chao. (Cuelga
el teléfono. Se pasa la mano por la
cabeza) ¡Ufff! Una hora. ¿Qué hago?
Distracción: Sigamos viendo tele. (Se sienta en el sillón).
Pereza: (Con la almohada y la cobija) No, mejor durmamos un rato.
Hambre: No, no,
no. Vamos a comer.
Fabiola: Es que
la pizza llega hasta dentro de una hora.
(Se da cuenta que no está sola) Un
momento (Vuelve a ver) ¿Qué hacen
aquí? Les dije que se fueran. (Señala
a Hambre) ¿Usted quién es?
Distracción: Soy Distracción, ya te lo dije.
Fabiola: (Señala a Hambre) No usted, él.
Pereza: Pereza,
mi nombre es Pereza. Oye, que memoria la
tuya.
Fabiola: Nooo. (Señala a Hambre) Ud. ¿Cómo se llama?
Hambre: ¿Yo?
Fabiola: Sí. Ud. ¿Cómo se llama?
Hambre: Ay no
te hagas. Si nos llevamos como
hermanos. De toda una vida. Estoy con vos desde el vientre de tu madre.
Fabiola: No, yo
no la conozco, jamás la he visto.
Hambre: Me
ofende garçon. Soy Hambre. Autor intelectual de las dos pizzas que
vienen en camino, y de cada vez que te comés algo. Moi. Je suis le faim.
Fabiola: Entiendo.
Pero no hayo justificación alguna para que todos ustedes estén acá.
Distracción: No nos podés echar porque somos parte de tu vida. Hace mucho que vivimos acá, y por más que
querás, no nos podés expulsar. (Pequeña
pausa. Se acuerda de algo) Hablando
de expulsar, ya van a dar American Idol!
Todos se
sientan, menos Fabiola.
Fabiola: Un
momento. Esto no está bien. Estoy desperdiciando mucho tiempo.
Distracción: Ay mujer, no te preocupés por eso. Vení, vamos a ver películas. Con solo una hora te salvás. Nosotros te ayudamos.
Fabiola: (No muy convencida) Bueno, está bien (Se sienta)
Los demás lo
celebran. Se apagan las luces. Se encienden de nuevo pasados 10
segundos. Todos están en escena. Fabiola ve televisión, los demás la
acompañan. Las luces se apagan de nuevo
a los 10 segundos. Pasados 15 segundos
se encienden. Solo está Fabiola en
escena, dormida y con una caja de pizza sobre su abdomen. Se escucha el repiqueo de unas campanas.
Fabiola: (Se despierta muy asustada) No, no, la cuarta no. (Coge la Biblia) Voy a salir a la calle a hablarle a los demás de
lo que dice aquí (Se detiene en seco) ¿Qué les digo?... Ahí les invento algo. (Camina hacia la izquierda)
Tiempo: (Entra por la izquierda y se topa de frente
con Fabiola)
Fabiola: (Se queda petrificada)
Se escucha un tren a punto de salir. Se apagan las luces poco a poco, solo queda
el reflector de piso y una luz al fondo del escenario.